¿CÓMO SALVAMOS AL AGRESOR/A?

Enrique Alonso Guardia · Maestro de Ed. Infantil

“No he venido a salvar al que está sano”

Jesucristo

¿Cómo salvamos al agresor/a de un aula? Estoy convencido que la escuela puede salvar al agresor en su fase de gestación. En los cursos pequeños es cuando se forman los agresores. Estar pendiente e intervenir es un factor de protección de todos.

“¿Salvar al agresor/a?”. “¡Qué pague por sus culpas!”. “Nuestros hijos/as no tienen que aguantar su falta de control”. “Es de locos, el que hace mal que se le castigue”.

En primer lugar, en caso de agresión o abuso, está claro que hay que trabajar con la/s víctima/s. Será su reconstrucción la prioridad de la intervención. Empoderar a la víctima lo suficiente para poder poner un límite saludable para él/ella y para el agresor/a infantil. Este trabajo es muy complicado porque hay algo que deja la víctima de hacer que permite que el agresor/a campe a sus anchas por su vida. Es posible, además, que no sea consciente de lo que no hace para que esto se produzca.

Insistir en las habilidades que ya tiene y apoyarse en lo que ya funciona es el primer paso. Esta línea de trabajo nos llevará a dar fuerza al que es agredido. Hay que recoger datos objetivos y reflexionar sobre tres aspectos: ¿Cómo procesa el mundo el agredido? ¿Cómo interpreta las respuestas/agresiones de los demás? ¿Cuáles son los beneficios ocultos que tiene la víctima que hace que esta conducta se repita cada año sin impedir el abuso?

Creo, firmemente, que la escuela tiene que decir mucho en este sentido. Para poder salvar a la víctima, primero tenemos que salvar al agresor/a. Quitar a un futuro agresor de los patios es salvar a muchas víctimas. Está claro que la escuela no lo puede conseguir sola, debe contar con todos los sistemas intrapersonales que intervienen en la comunidad educativa: maestros/as, familias, personal no docente, orientadores y equipos externos.

Cuando hablamos de “agresor/a” en edades tempranas nos alejamos del concepto de bulling que puede darse en los cursos más mayores. Cuando hablo de “agresor/a” englobo todos los comportamientos de abuso de un individuo sobre otro. Me estoy refiriendo a comportamientos manipuladores, comportamientos agresivos, maltratos físicos, maltratos psíquicos, chantajes, comportamientos invalidadores y “agresiones de invisibilidad”.

Por comportamientos manipuladores entiendo todos aquellos gestos o argumentos que ejecuto para llevar al otro o a los otros al fin que yo quiero, no respeto su individualidad ni su libertad.

Cuando hablo de comportamientos agresivos me refiero a todos aquellos gesto o expresiones que, eliminando el autocontrol, manifiestan la ira sin freno haciendo daño al que soporta el enfado.

Entiendo, por maltrato físico, aquellos gestos donde se produce contacto corporal de forma brusca buscando hacer daño y sin consentimiento: puñetazos, patadas, mordiscos, tirones de pelo, tortazos, empujones, etc…

Por maltrato psíquico entiendo que forman parte todos aquellos actos, expresiones o gestos que son utilizados para provocar respuestas o sensaciones de inferioridad, lealtad obligada, sumisión o postración. La “guerra psicológica” se puede hacer de forma muy sutil, pero es muy dañina.

En el chantaje se engloban todos aquellos que provocan una respuesta a cambio de un objeto material o situación ventajosa. Consiguen doblegar la voluntad de que llega a hacer algo que no se había planteado antes del “regalo”.

Por comportamientos invalidadores entiendo todos aquellos comentarios o gestos que no dan crédito ni valor a lo que es o propone el otro. P.ej. “Sacar sobresaliente es tu obligación, no tengo porqué premiarte”. Utilizan constantemente las conjunciones de adversidad “pero” o “sin embargo”. Por ejemplo: “Esto está muy bien, pero puedes mejorarlo”. “Te veo contenta, pero como has llorado no tienes premio” … Nunca será suficiente. Siempre podrás superarte a ojos del maltratador/a. Son peligrosos por la sombra tan larga que dejan en la historia de sus víctimas.

Las “agresiones de invisibilidad” son las más dolorosas. ¿Qué es peor que ser odiado? Ser ignorado. Al menos cuando te odian, te tratan como si existieras. Muchos bebes se portan mal cuando se les ignora, necesitan el contacto para existir. Estarían todas aquellas expresiones o gestos que van más allá de invalidar, en esta ocasión, ignoran. La víctima no significa nada para el agresor/a. Hacer invisible a alguien es una de las crueldades más grandes.

TRABAJAR CON LOS/AS “PRE-AGRESORES/AS” DESDE LOS TRES AÑOS. ¿Cómo salvamos al agresor/a?

Cuando aparecen 25 niños/as en tu clase de tres años llegan con una mochila familiar que les condiciona la manera de relacionarse y moverse en el espacio de clase. El egocentrismo infantil está muy acentuado, pese a ser una característica psicológica necesaria, pone en juego muchos comportamientos agresivos a la hora de “defender” mi mundo. Esta característica del egocentrismo infantil se va modificando en el día a día del aula, del patio, del parque de casa, del trato con el resto de familiares y amigos. Depende cómo actuemos los adultos se aprende a ser tolerante o intolerante, asertivo o sumiso.

Cuando nos surge la alarma de que un niño/a puede traer demasiada agresividad en su forma de estar en el aula, debemos trabajar a varios niveles: Lo que puede hacer la familia y lo que pueden conseguir los compañeros/as.

El trabajo de seguimiento en el colegio debe ser constante, en la casa también. Hay que evitar a toda costa los comportamientos abusivos. Trabajaremos también técnicas de relajación. Romperemos la etiqueta de “fulanito/a es malo/a”, cuando esta etiqueta esté aprehendida (cogida, fijada) será muy difícil sacar al agresor/a de interpretar ese papel. Si todos le dicen que es malo terminará creyéndolo. Romperemos, también, la etiqueta que el resto de padres y madres del centro le van poniendo conforme se van enterando de las fechorías que hace el “agresor/a”.

¿QUIÉN HACE EL BULLING A QUIEN?

En edades tempranas lo niños/as agresivos tienen una mochila y una imagen de sí mismos que tenemos que cambiar. El objetivo es que asuma una nueva identidad basada en el respeto, en hacer las cosas bien, en tener comportamientos constructivos, etc… Todo esto se consigue entre todos, como una tela de araña buena que acaba con la forma de enseñarse a los demás.

El Bulling está de moda, parece que estar en los medios con tanta frecuencia nos vacuna de la gravedad que tiene y nos acostumbra al dolor. Estos abusos no deberían existir en ningún colegio. Lo bueno de nuestra edad es que podemos trabajar con agresores y víctimas.

Está claro que el agresor hace Bulling. Para mi, el maestro/a que pone etiquetas y castiga sin dar oportunidades de mejora, hace Bulling. Y, por último, las familias que apostillan “con ese niño/a no te juntes”, “si te pega tú le pegas”, etc… Está claro que no todos tienen las mismas consecuencias dolorosas, pero forman parte del mismo caos.

En Ed. Infantil no hay Bulling. Estar tan cerca de todo lo que pasa y tener en el currículum contenidos en habilidades sociales y respeto mutuo, ayuda.

CAMBIAR EL PARADIGMA: ¡NO A LA LUCHA POR EL PODER!

Para salir de todo esto hay que cambiar el paradigma y la forma tradicional de trabajar. La actitud represiva sólo condena al agresor/a a repetir lo que sabe hacer. Construir una nueva identidad, hacer relaciones más saludables, más respetuosas.

Si me pregunto cómo salvamos al agresor/a, debemos cambiar el paradigma de lo que estamos haciendo. El ser humano tiene la tendencia en gobernar a otros. Luchar por el poder es algo innato, es algo que se alimenta a sí mismo. Todos seducimos y manipulamos para conseguir beneficios del entorno, es algo normal. Luchamos por el poder sin darnos cuenta y es, en estas batallas, donde se gestan los conflictos.

En la relación con los demás se dañinos van definiendo las características de la personalidad. De cómo se establecen las conexiones, contacto y consecuencias se sacan las conclusiones de cómo comportarse. A parte de cómo viene uno de fábrica (genética), el ambiente modela al ser humano para sobrevivir en su entorno. Lo que está demostrado es que desde una lucha de poder no se establece ninguna relación saludable.

Existen tres roles en la lucha de poder: el agresor/a que es el que agrede y abusa, la víctima que es el agredido y soporta la agresión y el cuidador, que es el que cuida.

Parece claro que desde el agresor/a se puede gobernar a otros, por ejemplo: “¿Por qué has pegado Clara? Porque quería jugar con el coche de Martín”.

Pero siendo víctima puedes ser el dueño de la situación, por ejemplo: “Profe, Patricia me ha pegado queriendo, adrede, varias veces, por aquí que yo ya tenía una herida…” parece que hay un grito oculto: “no ves todas las razones por las que deberías regañarle”, algo así como que el maestro que es el que tiene el Gran poder,  te va a ajustar las cuentas, te vas a enterar.

Aún desde el papel de cuidar se puede gobernar, por ejemplo: “Yo le he dado todos mis juguetes a Fede para que él jugara y se divirtiera. Le he dicho que juguemos a “zombies” y el no me hace caso.”

Estas frases son reales, se han dado en mi aula. Hay algo común en todas: “Quiero que hagan lo que yo digo”. Vuelvo a repetir: DESDE UNA LUCHA DE PODER NO SE CONSTRUYE NINGUNA RELACIÓN SALUDABLE.

Hay que construir nuevas identidades dando importancia y valor a la persona que agrede, para que camine a un nuevo rol, a una nueva “etiqueta saludable”, hacia una expectativa que ayude a ser mejor.

¿QUÉ PODEMOS HACER? ¿Cómo salvamos al agresor/a?

Las situaciones de abuso entre iguales tienen 3 soluciones, la guerra personal, la sumisión o salvar al agresor.

Pegar, maltratar o agredir son acciones. La ira, el enfado es una emoción. Desligarlas nos dará una posibilidad de trabajar siendo responsables de los comportamientos. Por supuesto que cada agresión tiene una consecuencia.

En muchas ocasiones, sobre todo tan pequeños, no son conscientes del daño que provocan. Hay que conectarlos con las víctimas y sus emociones para que conozcan el alcance de lo que han hecho.

Siendo así, el agresor/a se pasa la mayor parte del tiempo en la técnica del “tiempo fuera” después de disculparse de lo que ha hecho.  Si el problema es la forma de relación y la identidad del agresor/a que no le dejan comportarse de otra forma ¿cómo puede aprenderlo lejos de los demás, sentado en un banco pensado lo que ha hecho? ¿Qué botón toco para que esta “agresión” deje de existir? ¿sólo utiliza su agresión para existir delante de los adultos y delante de los compañeros?

El león sin la gacela no es nadie. No puede SER, no puede existir. Y, por otro lado, la gacela sin el león no sería tan rápida y estaría tan atenta a todo lo que pasa. La situación nos obliga a todos a estar de una forma u otra. Nos salvamos o nos condenamos en racimo. Somos solamente con otros. Somos la suma de relaciones e identidades.

Habrá que dotar de nuevas identidades león y a la gacela. Habrá que construir nuevos puentes de relación, nuevos hábitos que ayuden a renovarse. Salvado a un agresor/a salvamos a cientos de víctimas.

Hace falta mucha paciencia porque hay momentos de desesperanza y todo se mantiene de un hilo cuando es mi hijo/a el agredido.

Hoy quiero agradecer la red que se han construido con todos esos hilos, con esa confianza en la mediación del maestro para salvarnos juntos.

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