Bori el mueblo de los niños malditos. Nada más salir esta mañana de la habitación,  nos hemos encontrado con Teresa. Y como un regalo de buena mañana, nos ha dejado cogerla de nuevo. Y ha sido curioso cómo hoy se ha quedado enredada en mis rizos rubios, como hipnotizada ante tanta luz.

Mandioca y música

Casi preparadas para salir a Bori (ayer a Biro y hoy a Bori), nos sorprendemos viendo a las nueras de Teophil y Anna Marie transformando trozos de mandioca en harina de mandioca para las salsas a base de golpes en un enorme mortero de madera maciza. Qué sorprendente ritmo que, a golpe de tres, iba creando magia nuevamente a manos de mujeres. Y es que, si la mujer cada vez tiene más fuerza en el mundo, en el pueblo africano es quien empuja a la familia y la sostiene.

Y el ejemplo para mí de mujer es Anna Marie. Ejemplo de fortaleza, templanza, sabiduría, mujer empoderada y servicial. Suegra cercana y firme. Abuela tierna y Serena. Madre sostén de hijos e hijas. Esposa fiel cuidadora. Su mirada. Su hacer. Su pedagogia de la presencia que da calor a la familia y la empuja en el día a día.

Camino a Bori (pueblo maldito).

Pedro Luís nos cuenta la historia del mismo. Dícese del lugar que, por estar situado al oeste está maldito. Aquí los cementerios se ponen al oeste, ya que es donde está todo lo malo.

También nos ha contado una historia algo más triste. Se trata de los hijos malditos: todos aquellos que se salen de lo cuadriculado de este pueblo: nacen antes de los 9 meses, le nacen los dientes de arriba antes que los de abajo… Cuentan que al nacer los ponen en un cruce de caminos para que la muerte y la maldición se despiste y pase de largo. Estos hijos eran entregados a la misión o a mujeres que no estaban casadas no podían tener hijos y, por tanto, solo les quedaba prostituirse.

En los años 80, el padre Pío (Pedro) vino a concienciar sobre este acto, intentando eliminar esta práctica de los hijos malditos.

Son los nigerianos, sin embargo, los que utilizan las técnicas del budú, las maldiciones, los encantamientos… son quienes tiene la fama de esta práctica. El pueblo, para protegerse, quema un tipo de madera y pone en las puertas las cenizas para que la epidemia o el mal que sea no entre.

Llegamos a Bori y nos adentramos en el poblado. Al llegar a una casa nos parece todo muy extraño. Pedro Luis nos cuenta que la hija de uno de los que se encuentra en la casa ha muerto. Están todos acompañándole en el entierro. El mensaje que dan no puede ser más bonito: “Que Dios la dé una cama Dulce”.

Y nos disponemos a recibir, de nuevo, la danza del pueblo. Ya hemos comprendido que es la manera de recibir el pueblo a los huéspedes, nosotros. Y mientras llegan, otra vez se inunda todo de niños y niñas. Un montón!!! Pareciera como si, de repente, nos metiéramos en el patio de un cole, solo que creaban grupos con los ojos bien abiertos atónitos ante “las blanquitas”. Hay niños que nos ven como si fuéramos espíritus y corren con el miedo en sus ojos. Curioso comprobar cómo se invierte nuestro orden. Aquí los extraños somos nosotros, las extranjeras somos nosotras. Y acercan con miedo sus manos para tocar nuestros brazos y ver si nuestra piel es real o no.

Se ha producido un momento mágico para mi (Conchi). Una bebé de unos 3-4 meses de edad me ha cautivado y, al echarle los brazos, se ha querido venir.  Como una especie de imán entre las dos, se ha ido acercando lentamente a mi pecho hasta quedar dormida. Las ancianas de allí miraban y señalaban sorprendidas. Como puede quedarse una pequeña del pueblo dormida sobre el pecho de una blanquita? El caso es que lo ha hecho y ha permanecido así más de media hora, en un dulce sueño. Me ha cautivado y sacado mi máxima ternura.

La danza ha sido nuevamente con cascabeles y ha sido Kike, esta vez, el que ha cautivado a hombres y mujeres del lugar con su baile y su imán personal.

La vuelta ha sido algo más dura. Una hora de carretera con hoyos y baches que nos hacían balancearnos para todos lados. Para hacernos una idea, Pedro Luis ha comparado con la carretera de Canalé, que es peor, donde 45km se hacen en dos horas.

La cena, fantástica, ha estado compuesta de repollo cocido y luego a la plancha con ajos fritos y tortilla francesa, teniendo por postre la dulcísima piña del lugar. Un manjar que nuestros cuerpos han agradecido.

Dicen que ser curiosa aquí no está bien, pero la curiosidad nos come y Pedro nos ha estado explicando por encima cómo es el ritual de los funerales aquí. Impresionante.

Y cuando pensábamos tomar un poco el fresco antes de dormir, nos encontramos con la sorpresa de las chicas de la familia. Con trajes espontáneos como sacados de la más alta costura, han compartido bailes con las blanquitas, han reído, han cantado, han bailado hasta que nuestra súper Nuria ha improvisado un atuendo y se ha unido a ellas. Pero como Pedro nos ha dicho, “por mucho que la madera flote en el río, nunca se convertirá en un cocodrilo”, por lo que la noche ha terminado bailando “La Macarena”, “Los pajaritos”, “La yenca” y hasta unas sevillanas! Ha sido fantastico verlas a cada una en su singularidad, pero sobre todo ha sido increíble ver a Anna Marie disfrutar, bailar en silencio y reír disfrutando al máximo del momento. Sin lugar a dudas, un broche de oro que cierra nuestra primera semana aquí en N’Dali.

Y el quinteto sigue sumando aventuras, cada cual a su manera…

Como dicen por aquí, “que mañana nos levantemos uno a uno” (que no nos levantemos todos a la vez como signo de que pasa algo malo).

Buenas noches.

 

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