Al final, ¿qué habéis hecho allí?
Aquí andamos encajando la vuelta. Hemos ido viendo algunos amigos/as y todos nos preguntan sobre la acción: “¿pero, al final, que es lo que habéis ido a hacer?”
Cuando hablábamos de la palabra cooperación para este viaje, al final, nos pareció engañosa. La realidad del viaje nos colocaba más en observadores que en agentes.
Durante la experiencia hemos vivido un espacio muy seguro. Una inmersión cultural que no se compromete tanto con la acción sino con la reflexión.
Pasan los días y son raros. Ahora, lo que hemos vivido, nos parece un sueño o película. ¿Fue real?
Otra frivolidad de occidente. Mientras cientos de miles de personas están en la pobreza extrema, nos permitimos preguntarnos si fue real, parece un juego extraño que no me gusta.
Tenemos que ahondar. Hay que releer la vida. Hay que encajar las piezas del viaje a Benín para vivir aquí de nuevo en Granada. Quizá la acción venga ahora.
Aquí nos esperan las personas que están en un punto vital parecido al de hace un mes. Aquí nos esperan redes sociales, películas y series que nos aletargan de lo vivido. Aquí todo sigue como antes.
Pero en nosotros una quemazón extraña. Una necesidad de simplificar la vida, una reestructuración del espacio vital. Queremos algo pero no sabemos muy bien que es. Quizá la acción venga ahora.
La gente necesita ver cómo “blanquito ayuda a negrito” estilo de los 70-80 en las “misiones” cristianas. Parece que lo hemos heredado. Pero el traje se nos quedó pequeño.
La cooperación internacional no tiene sentido, según nuestra opinión, sin el empoderamiento de la población, sin el aumento de sus recursos, sin unas estructuras duraderas en el tiempo, sin un mantenimiento de las mudanzas, sin líderes nativos dueños del corazón de los suyos, sin sus proyectos, sin su ambición por mejorar como país, sin libertad ni autonomía para tomar decisiones… en definitiva ni tiene sentido nuestra ayuda si los hace más dignos, más completos y más fraternos.
