Desde 50 metros me ve y me sonríe… la mamá de Javi me localiza a lo lejos y, de pronto, todo lo que vivimos se hace presente como una estrella fugaz.
Me coge las manos, se queda en silencio me mira con sus ojos achinados sin apagar su sonrisa y me dice, con un tempo precioso: “que alegría de verte”. Dejando una estela en sus palabras.
Es uno de esos días en los que tenía que haberme quedado allí. Me dio la prisa de entrar al cole aunque debí disfrutar del agradecimiento del vínculo. Su mensaje estaba siendo un bálsamo para mi docente.
Me recordó la entrega de aquellos años, me conecto con la generación de su hijo Javi, me trajo los momentos de mi aula de infantil… son muchos años, son muchos niños y niñas… bendita profesión que en un segundo hizo un camino de reconocimiento de ida y vuelta.
Me encantó encontrarte “mamá de Javi”, gracias por hacerme recordar tanto en tan poco tiempo. Un lujo acompañaros y un lujo haber formado a vuestros hijos.
Por un momento quise volver al pasado pero, estoy tan arraigado a mis niños y niñas de hoy que la ajustada hora me hizo desconectar rápido.
Que bonita energía desprendías, me alegraste el día, una forma maravillosa de empezar el día. Parece que lo que vivimos en clase, con vuestro grupo de padres y madres, retroalimenta la vida, a nuevos niños y niñas, a nuevos padres y madres… Gracias.
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