Ayer, miércoles de excursión a los conciertos didácticos del Auditorio Manuel de Falla, me sucedió lo siguiente.

Esta salida es una de las más complicadas del año. Se presentan varias complicaciones como la cantidad de gente, un tramo de 20 min andando y pocos adultos para acompañar dada la organización del auditorio.

Vamos solucionando problemas. Para movernos por el espacio ensayamos caminar con la cuerda por el patio el día de antes. Para la posibilidad de pérdida repetimos varias veces  el mecanismo de lo que hay que hacer si creo que me he perdido. Y era vital llevar el teléfono de l profe el teléfono de cole y su nombre. Esta era la primera tarea nada mas llegar.

Bien con todos estos pensamientos en la cabeza, llegan los niños y las niñas sobre excitados, hacemos asamblea para explicar lo que vamos a hacer y me encuentro a mi L.  parada en una esquina con dos lagrimones, me acerco, me pongo a su altura, le pregunto qué le pasa y me dice: «Profeeeew, mi perra se ha muerto». «ohhh vaya» – le digo. Se paró mi mundo. cojo una silla, me pongo a su altura, me siento para que mi cuerpo no sea un estorbo en mi atención y abro mis brazos. L. se me abraza y se deja abrazar, noto como su cuerpo se abandona y se queda sis fuerzas, necesitaba que la sostuviera, necesitaba que alguien le contuviera, llora y se abraza un rato.

“Veo que estás muy triste, eso es que querías mucho a tu perra”. “¡Siiiiiiiii, le echo de menooooosss!!!” Y se abraza más fuerte. Percibo los ojos de los demás, todos muy atentos a ver que hago o que le digo. Los ayudadores se va acercando y los más emocionales le acarician la espalda. Un momentazo de respeto y conexión.
“¿Cómo se llamaba tu perra?” Le pregunto. “Tana” me contesta. “¡Qué bonito nombre”…“¿Quieres que pintemos a Tana en un papel para nuestro rincón de los tesoros?”… “es que, es que” (secándose las lágrimas) “no se como era…” “¿buscamos uno parecido y te fijas?”

Después de validar la pena que veo en ella y tener claro cómo era Tana se pone a dibujarla para el rincón de los tesoros. Su evolución es buena. Termina de dibujar y lo colocamos en su sitio. Se queda mirando el sitio un rato y me dice: “¿puedo ir a jugar ya?”… “claro le digo, si tienes más ganas de un abrazo me dices”…

En 15 minutos pudimos dar espacio al dolor y en 15 minutos se acabó toda la preocupación. Validar y dejar que se expandan las emociones de una forma guiada y contenida pero sin prisa… es lo una de las cosas que más me gusta de mi trabajo.

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