Querido Suegro:
Puedo decir que ha llegado el momento de verte de otra manera. Que ahora hay que cambiar la mente y el corazón.
Puedo decir que tus bromas, ancladas en nuestros recuerdos, y tu torpe pero sincera manera de valorar a quienes amabas, nos acompañaban en cada «pituti», «el mejor de los 22» o en un golpe en la espalda con una mirada fugaz.
Puedo decir que tu generación, limitada en las formas emocionales permitidas, encontró su propia manera de comunicar cariño, validación y cuidado.
Puedo decir que te has ido demasiado pronto y que nos falta más tiempo con tu risa.
Puedo hablar de la falta que nos hace tu cuidado, tus confesiones secretas y tus reflexiones vitales.
¡Cuántas conversaciones sobre la vejez cuando nadie miraba! ¡Cuántas lamentaciones por lo que los años te robaban, camino del periódico o de la compra! ¡Cuántas veces nos entendimos al arreglar el ordenador, todas menos la última, qué pena me da.
Puedo pensar que no volveré a recibir tus consejos sobre cómo dejar espacio a las mujeres y sobre qué batallas elegir. Puedo sentir tu ausencia cerca del umbral de mi propio dolor, que hoy se convierte en sostén. ¿Cuándo podré llorar lo mío?
¿Cómo explicar?
Cómo explicar que fuiste como un padre.
Cómo explicar que eras fiesta y risa.
Cómo explicar que tu payaso ofrecía bandejas a todos con generosidad.
Cómo explicar que te reías en grupo.
Cómo explicar tu cuidado por la unidad, juntos, siempre juntos.
Cómo explicar que me regalabas ternura en cada duda tecnológica.
Cómo explicar que me hiciste mejor persona en estos años.
Cómo explicar que ofrecías una sombra refrescante en esas tardes en que todo quema.
Cómo explicar que me enseñaste a vivir en slowtime, despacio, conectado, paciente, tranquilo.
Podría decir que te fuiste pronto. Pero no, no lo haré porque te fuiste en el momento preciso, en el momento oportuno y necesario. Fuiste muy elegante y tierno, por lo que te doy las gracias. Cuídanos.