Hoy hemos amanecido bien temprano y con nubarrones que, en cuestión de minutos, han vuelto a descargar con toda su fuerza sobre nuestros tejados de chapa. Estos, junto al viento, han hecho que tengamos que improvisar una recogida de agua del cielo espontánea sobre nuestras camas. Barreños, toallas, cubos… No ha quedado ni una gotera sin recoger.
Y, tras el rápido desayuno, toca partir para Parakou. Es Domingo aunque aquí los días de la semana pasan sin control, solo siendo conscientes del disfrute de cada segundo, dejando atrás cualquier pizca de estrés.
Monasterio de monjas y gentes del lugar para compartir la Eucaristía dominical. No importa el idioma, no importan las respuestas. Es un mismo sentir y compartir.
Después nos dirigimos hacia el mercado más grande del lugar, donde el olfato y la vista se convierten en nuestro mayores traicioneros cogiéndonos pellizcos en el estómago. Desde que estuve en Czestocova, Polonia, no había vuelto a ver la venta de carne en la calle. El estómago definitivamente se cierra sin más remedio. Y acudimos a un restaurante donde “las blanquitas inadaptadas” sólo nos atrevemos a pedir aquello que conocemos y que no conlleva riesgo para el primer mundo que llevamos incrustado en nuestro ser: pasta, arroz y patatas fritas.
Una vez llegados a casa de Teo, tras un ratito de siesta, organizamos la bisutería que ha traído Nuria y yo (Conchi), regalo de mi madre. En pequeñas bolsitas depositamos lo que puedan ser futuras ilusiones al recibir brillos de un metal que, lejos de ser caro por su valía, es lo más valioso por la carga de cariño en el traspaso.
Y la tarde nos da un bofetón bien grande en nuestro “orgullo de cooperantes”. Llueve de nuevo. Las gentes del lugar, cuando llueve, PARAN. Cómo vamos a venir a Africa para estar parados??? También esto es un gran aprendizaje: parar hasta que la madre naturaleza nos permita dar el siguiente paso. Hacer aquello que mínimamente nos permita y aceptar humildemente que la que manda es ella.
Una tarde “parada” llena de risas, anécdotas, reflexiones de un quinteto que, un día más, se afianza y va cogiendo más “cuerpo”.
La noche ha venido cargada de reflexiones acerca de la @fundacionkokari: cómo ayudar sin estorbar; cómo hacer para que sean las gentes de este lugar las que tiren de un carro inventado por blancos que cada vez está más teñido de oscuro.
Y toca dormir.. aunque quizá, como anoche, de repente surja una risa adolescente del quinteto en el silencio que, a través de las paredes, nos transporte a nuestra más tierna adolescencia.
Bee ka yoka (Buenas noches)
@fundacionkokari @docenciaactiva
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