El día de hoy ha amanecido con un desayuno con charla más alargada de la cuenta. Mientras nuestros cerebros europeos luchan por salvar a las gentes del lugar, el sabio Pedro Luis intenta trasladarnos a nuestras entrañas para ser capaces de ver y sentir la felicidad de este pueblo africano. Mientras pensamos que podríamos “salvar y hacer felices” a niños de aquí tan sólo llevándonoslos a España, él nos hace ver que el verdadero brillo de sus ojos está aquí, en esta tierra roja de lluvias de monzón y sequías eternas, de niñas vendedoras en mercados y jovencitos ayudando en la agricultura, de cabritos entrando y saliendo de las casas al son del sonido de las patas de las gallinas y sus polluelos.
No hemos venido a salvar. Hemos venido a ser salvados de nuestra arrogancia de creer que tenemos la felicidad en nuestras manos.
Y después de lavar las toallas como nuestras abuelas de antaño, al más puro estilo tradicional, nos encaminamos hacia Koori donde Pedro Luís ha apalabrado con sus gentes la posibilidad de ver una de las danzas que hacen allí a modo de rito: cuando hay un funeral, ante una cosecha o, simplemente, para animar al pueblo en su lucha diaria. Nuestra mirada atónita hacia ese “flamenco africano” no puede más que hacer y hacer fotos, grabar y grabar vídeos. Y ellos y ella, una mujer que anima el canto desde el centro pronunciando el nombre de cada uno de los que cantan y bailan, no han parado ni un segundo, apreciándose las gotas de sudor caer por sus caras, siendo éstas recogidas por otra mujer que pasa una tela por cada una de sus caras. De repente aparece otra anciana con una calabaza abierta que, sin pedir permiso, irrumpe ofreciendo un sorbo a cada uno de los artistas en escena. Todo un cuadro de espectáculo que vuelve a abofetear nuestra sensación de salvar.
Y mientras, por el lugar, niños juegan con tirachinas, arco, coches… no comprados en El Corte Inglés, sino cortados con la mejor madera de Teca jamás vista y el plástico de mejor calidad traído directamente desde el vertedero más cercano. Y la felicidad está ahí! En sus ojos.. que brillan en concordancia con sus perfectos dientes blancos. Y seguimos pensando que los salvamos…
Y son ellos quienes nos salvan en las sonrisas que nos regalan por el camino de vuelta, cuando ante hoyos profundos de una carretera de tierra roja llena de la lluvia de anoche, nos aprieta el miedo en la garganta, como dice Faustino. Ya no importan los mareos en el coche. De hecho creo que ya estoy inmunizada. Lo que ofrecen los caminos aquí está por encima de cualquier mareo.
Y en mitad del camino la furgoneta se detiene!!!! El conductor ha visto un Sunon naki (camaleón), animal sagrado para los Baribas. De hecho, aparece en la empuñadura de los bastones de los Reyes.
Según dice la tradición bariba, es el único animal que existe desde la primera creación porque es el único animal sabio, inteligente, prudente y discreto. Tanto que pone una mano y, hasta que no está seguro, no pone la otra para caminar y desplazarse.
Cuentan por aquí que si vas al campo a trabajar y viene un camaleón hacia ti, debes dar media vuelta porque no es seguro ir para donde él viene.
Faustino… hijo de Theophil, licenciado en lengua española, con casi 25 años, como nuestra Marta. De hecho los cumple dos días después que ella. Nos llama “sus papás de España”. Le impresiona mucho que tuviéramos una hija prácticamente de su edad. Faustino es el papá de Teresa, la muñeca de la casa. Y hoy nos ha acompañado para afianzar su español con nosotras. Y lo descubrimos como un chico con suerte por la familia que ha tenido, los estudios, las becas Kokari, la mujer, la hija, su trabajo…
Y entre plantaciones de algodón, maíz y ñame; y termiteros (casas enormes de tierras creadas por las termitas) volvemos a casa donde, hoy Anna Marie, mujer de Teophil, nos ha recibido con una ensalada de aguacate y tomates, patatas fritas y solomillo de buey. No es lo que ellos comen. Es la forma más bonita que tienen de cuidar a sus huéspedes.
Por la tarde hacemos algo totalmente gratificante, sobre todo para Ana que, con un gran esfuerzo, ha logrado traer un montón de equipaciones de fútbol y balones para regalar a los equipos de aquí. Las caras de los jóvenes y niños que reciben las camisetas es de absoluto privilegio, rodeados por muchismos (como diría Ana) niños que se arrepienten de no haber seguido la disciplina necesaria para pertenecer al equipo y recibir una también. Fotos para los patrocinadores y vídeos diciendo el patrocinio del Olímpico Villarrobledo y a casa, comenzando una lluvia que, en un pispas, vuelve a dejar todo empapado.
Y sigo sintiendo que no hemos venido a salvar. Hemos venido a ser salvados de nuestra arrogancia de creer que tenemos la felicidad en nuestras manos. Aunque, creo que nuestro deseo de que sean inmensamente felices, también es lícito.
Y no hay que cambiar lo que hay aquí. Esto está bien, porque está ajustado a lo que tienen y a lo que son. Hay que cambiar lo que somos allí, dejar de pensar en África como un vertedero nuclear, dejar de expoliar, dejar de hacer injusticias, dejar de tratarlos como inferiores porque, os puedo asegurar que no lo son.
Ojalá a nuestra vuelta seamos capaces de transmitir todo lo que estamos viviendo aquí e impregnemos un poquito de África nuestras ciudades perfectamente asfaltadas.
Esperamos que, si estáis leyéndonos, podáis sentir un poquito de nuestro sentir.
Na siará (Gracias)